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Una rubia de pelo corto en un puente peatonal en Gonzalitos. Su espalda dice Yair.

Como una piñata horrenda a las seis de la mañana que despide al año viejo. Como un adorno sangriento del festival de la guerra. Brilla más que cualquier luz y cualquier aviso fosforescente. Y contrasta más que cualquier estrella matutina, y cualquier luna perdida, y cualquier amanecer. A las seis de la mañana, al ir al trabajo, una mujer en jeans colgando sobre mí me lleva el aliento, me mata el interés por llegar temprano, por contestar la llamada del celular que suena porque perdí el manoslibres. Me mata el interés por demostrarme pulcro con traje y corbata, y con la más sincera mueca mis ojos se retuercen y apuntan tan arriba como mis párpados lo permiten. Mi boca se entreabre como si pudiera soportar un poco más con una rendija entre los labios. Y susurro palabras al cielo y a mi Dios, porque enseguida tengo un cielo, y enseguida tengo un Dios.

Una mujer rubia cuelga sobre mí.
Una mujer rubia, de tórax desnudo, con la espalda marcada, cuelga sobre mí.
Una mujer muerta me dice adiós.

Voy al trabajo, el último día del año, y tengo que comprar la cena, y tengo que ir por los globos y el regalo que olvidé, y tengo que contestar el teléfono que suena, qué friega de fiesta, pero cómo me divertiré esta noche.

Y una mujer muerta vigila mi viaje, guarda mi silencio, mis alientos, mis ruegos en susurros, mi respeto, mis anhelos, cuida a mi familia, compra mi cena y va por los globos, una mujer muerta contesta mi llamada, me representa, una mujer muerta se divierte con mi vida. Una mujer muerta se balancea sobre mí y me dice que tenga un feliz año nuevo, y el teléfono deja de sonar. Y todo lo demás también deja de sonar.

Acelera. Llegarás tarde. Hay mucho qué hacer, hay mucho qué hacer, mucho, mucho, piensa, hay mucho qué hacer. Después de salir del trabajo, una mujer muerta, ir al centro a lidiar con la misantropía, una muñeca de trapo, hacer cosas rápido para llegar a casa y tener tiempo de hacer todo, una advertencia macabra, preparar la música, tener miedo, gritar muy fuerte, y ser feliz, y no decir nada, una mujer rubia colgando sobre mí, y ser feliz, muerta, por el año que se fue, muerta, por el año que me enriqueció, muerta, por el año en que no amanecí colgado de un puente en Gonzalitos.

De repente no soy yo

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A veces uno se siente alejado de todo.
Cuando digo "uno" me refiero a mí, y después a ti.
Como que las cosas cambian y dejan de ser tuyas. Quizá no me explique, seguro no lo hago... tal vez sea la pérdida de rutina, el abrupto cambio que me trajo la prepa (o los abruptos cambios que me han traído los últimos meses).
Después de todo, han pasado muchas cosas. Y últimamente he dicho mucho eso. En este preciso momento tengo un horario que compromete mucho todo el tiempo de mi vida y me deja sin mucha libertad de movimiento, de acción. Dos turnos en la prepa son bastantillos, y recién me daba cuenta de que si quisiera dormir mis ocho horas diarias, al menos los miércoles y lunes, debería acostarme apenas llegara a mi casa. Imposible.
Porque llego, abro esa maldita cosa que es facebook, evito el messenger y me pongo a explorar otras cosillas. Y a veces hago un poco de tarea o checo cosas de la prepa.
Pero sí. A veces sientes las cosas diferentes. Como con una cobertura especial que no te sabe a nada. Como que la televisión que ha estado en el mismo lugar de la misma habitación ya por muchos meses te parece algo nuevo, algo extraño, algo completamente diferente... como cuando todo te parece así. Las personas. Te parece extraño o te deja una sensación de no estar en donde deberías el saludar a las personas que siempre vez, el ver a tu madre hacer de comer, el ver a tu padre llegar y aplastarse en el mismo sillón, y tú en el mismo banco de la última fila con los mismos compañeros alrededor, pero de repente algo es diferente. O sea, todo es diferente. Se antepone entre el mundo y tú una cortina que no no más es invisible, intocable, inaudible, una cortina que nadie más percibe. No es algo que te afecte demasiado y te tire el ánimo, no es algo por lo cual caerse muerto o por lo cual reflexionar mucho. Simplemente es una sensación que a veces da, como un déjà vu, algo extraño, sin razón, un juego mental que te hace sentirte extraño en tu propio mundo, el extranjero social. Tanto que ni siquiera en tus dominios te sientes tuyo. Como que se te va la vida, y lo que digo es que tus padres no son tus padres, tu computadora en el regazo no es tu computadora y ese aparato no está ni siquiera en tu regazo, esas piernas no son tuyas, ni esa ropa, y ese sillón que te soporta es algo que nunca habías calado, algo nuevo, algo extraño.

Una simple sensación que da a veces. Debe ser algo Déjà Vu-soso.


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Lo escribí el 12 de agosto. Pasa a veces.