Para morir mirando las estrellas

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A Jano, de mis dos caras nacientes,
más que esto brindarte no puedo,
un triste recuerdo que pareciera saliente
de mi alma, absurdo consuelo
de aquella fecha singular en mí, Jano,
de aquel trescientos, tres mil uno.


Nada puedo sino darte un balance frío,
de mi sueño desmoronado,
una imagen del futuro mío
cual rey tristemente coronado,
súbdito amoroso de mopa cual bastón,
del monarca con un trono de cartón.


Y nada puedo darte, Jano iluso,
más que más cariño por inercia,
aquel que me hizo feliz, niño curioso,
como el hombre más pobre de conciencia.


Ya en mis februas fiestas patrias,
patrias de mi país de un habitante,
país de entrañas en ruinas caídas,
fui ciego de mi propio talante.


Feliz, conmigo mismo,
vomitando el alma entera,
pagando con ansias de guerra
el amor, profundo abismo.


Ya rodeado de cariño,
consolado en mis pilares,
fui alegre, sin ti o contigo,
aún con mis peleas sin pares.


Las ansias saciadas fueron,
la guerra comenzó tarde,
golpes bajos me pudieron,
más fuertes que mis alardes.


Con tus propios, poderosos,
que me movieron cual fe a la montaña,
con tus lamentos y sollozos
que me cubrieron fielmente la espalda,
me otorgaste más droga usada,
más gotas frías de palabras desechadas.


En el aniversario de su dolor,
pudiste causar el mío,
quisiste aliviar el tuyo,
lograste fingirte amigo,
rogaste acompañar mi vida,
te dejé entrar cual intruso.


A Venus, belleza errante,
le dejo mi broma hecha,
del día del triste inocente
que se llevó a mi ser indecente.


A ti, Diosa que engaña,
con tus ropas de fiel compañera,
con mis ojos tras lagañas,
te pido una vida entera,
vida a tu lado, amiga bella,
musa indigna del poema.


Y en ti, cruel amiga,
deposito mi confianza pura,
mi confesión de ternura
a quien aceptarme no podría.


Para acabar con todo y renacer de nuevo,
borrarme de la faz del pasado,
para salir del cascarón de este singular huevo,
a construir un nuevo futuro alambrado.


Rechazo mi ser, mi amor, mi alma,
como siempre lo hice y siempre lo haré,
te di, Bona dea, no más que la frágil calma,
la ruptura de mi espacio, uno nuevo construiré.


¿Para qué? Lo mismo, aunque ser así no quiera,
para ser y gritar, amar en letras y espacios,
para vivir en paz en mi triste ceguera,
pulcras visiones, muertas en propio cadalso,
escapar deben en oscuras oraciones.


Viene el joven, a jugar con sus soles bajos,
te vas tú a pasear por los mismos atajos,
llega diversión, acción, vida mía,
viene la ciencia de saber qué hay detrás,
está aquí mi ser, a impregnarse en conciencia.


Vienen mis viajes de ida y vuelta,
aquí, allá, entre tú, él, y ellas,
viene mi tambaleante periodo de prueba,
mi ingenuo espacio bajo las estrellas.


Viene mi ida, mi despedida,
mi viaje a la vida de luego y nunca más,
llega mi retiro, mi célebre huida,
la gran franja que no cruzarás.


Convirtióse en monarca caprichoso, otro más,
llegó, quedóse doliendo en el fondo, no más.
Llegó a abrir mis  puertas, a cerrar las vuestras,
a crear más castillos desechables de madera.


Llegó pisando fuerte, dejando huella,
imborrable con viento, agua o fuego...
llegó para quedarse en manos propias y ajenas,
para salirse de las almas, faltando luego.


Para traer felicidad, victoria, hermosura,
para subir a su nube al fiel guerrero,
para dejarnos indefensos en la lucha,
enseñónos a ser fuertes, con dolor sinero,
enseñónos a ser grandes a escondidas,
humanos llorando en armadura de acero.


Arrebatado sea el trono temporal, de nuevo,
arrebatada sea la atención y el duelo,
robado sin piedad sea el día en febrero
que faltó para poder estar fugazmente contento.


Arrebatada mi vida de la tuya, musa ingrata,
adiós a fuerza a mi cariño de tus manos,
a mi vida dedicada, mi amor escarlata,
mi atención al mundo, de tormentos cansado.


Adiós, emoción reprimida, felicidad errante,
enterrada seas en invisible sepulcro,
comida en la sana indiferencia hiriente,
quemada, engullida por el propio agujero negro
en el órgano débil de color granate.


Diversión, entrando por la puerta grande
dejadme ser tu fiel anfitrión de espejismo,
estoy bien con lo que tengo, mi amiga,
estoy bien siendo falso y sincero,
ahogándome en el vaso mientras nado en mi piscina,
creyendo la belleza que no llega a mi retina.


Dejadme estar sólo y ser feliz,
descubrirme en soledad mientras no veo nada,
dejadme alimentar sin querer el pozo oscuro,
que nunca se llena, que nunca se acaba.


Dejad confesarme sin quererlo,
contar los días que ya no cuento,
dejad sentir el dolor falso,
que se va guardando el inmenso cielo.


El octavo para el diez,
en mi gran palacio de juguete
dejadme gritar a mi Luna
sin hablarle, su pequeñez.


Dejad que me vaya a mí mismo,
a tapar los desgastados hoyos viejos,
cual príncipe recién embarcado,
a colocar a los volcanes el candado
y disfrutar de mi gran, falso consuelo.


Dejadme engendrar vida,
regalar mi propia alma en fotocopia,
ser feliz al ir de compras,
por más flores marchitas, plásticas,
por más licor dulce, cruel bebida.


Ahora yo me encargo, puedo ver, imaginar,
sentir lo que no puedo ni podré,
dejadme ser feliz por quince días y lo inercial,
vivir en la desgracia que yo mismo fabriqué.


En este tiempo en que no estoy ni estarás,
cuando comienzo a darme cuenta,
y tú comienzas a llamarme,
cuando todo anuncia que se desmoronará, 
como arena en blanca espuma,
como mi castillo desechable,
cual propia ilusión de felicidad.


Continúa el mismo embrollo, sin embargo,
sigo creyendo mi cuento, 
iluso que quiere serlo, lo hago,
continúo viviendo en mi desvelo,
desangrando mis heridas,
sin sentirlas, ahí están
las ilusiones que sólo aquí se quedarán.


Y termina siendo cierto,
comienza el final y me despierto,
estando alejada ya de mí mi construcción,
estando yo aún borracho del mismo licor,
buscando que sea verdad, creyendo el sueño,
destruyendo poco a poco mi propio cuento.


De repente, no está, deja de ser tú.
Y se convierte en alguien más.
Despierto, me veo sólo,
me veo en mi propio espejo humano,
tan pulido, brillante, tan escondido...
Y me descubro llorando:
Nunca te has ido.


Como nunca me desangro,
descubro mis propias marcas,
marco mis propias huellas,
me veo en mi lado humano.


Y a ti, te observo de nuevo,
cual niño jugando a ser grande,
títere del mundo y sí mismo,
sobre todos en ti, y sobre nadie,
sin escuchar, gritando siempre lo mismo.


Las mismas frías oraciones,
las navajas siempre afiladas,
que cada vez me cortan la vida,
y de nuevo tengo, musa ingrata,
que rehacer con conciencia cada día.


De nuevo aquí estoy, pues,
decepcionando mis emociones,
razonando mis amores
que me dejan sin palabras.


Rogando por un nuevo inicio,
esperando flojo, sentado,
mientras llega el cruel suplicio
de verme de nuevo a mí mismo,
con la navaja en una mano...


Y una vida bajo mis zapatos.

Heme aquí, atrapando la niebla

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De nuevo aquí, ahora. De nuevo en este desierto paraje, en esta zona del silencio, cumbre plana en hoyo abierto, en este tiempo donde no importa el tiempo, en este lugar donde no importa el lugar, frente a esta noche oscura con una luna apagada que deslumbra absurda ingenuidad.

Aquí y a ti, Luna blanca, Luna pura inconsciente, Luna que derrite la cera de mis plumas. Te grito aquí, en este desierto incólume, en esta isla virgen rodeada de tiburones, sobre mis pies tambaleantes que se hunden en la arena. Te llamo a ti en mi soledad desesperada, a estos miles de kilómetros de distancia, te hablo, te digo, te cuento mi alma, te grito tu respuesta: eco, y nada más.

Te confieso tu pequeñez entre las estrellas, tu ridícula apariencia falsa en una Vía Láctea poblada de luz que reflejas sin sentir, tu grandeza enterrada bajo el conejo rabioso y tosco que finge ser el adorable capricho del que eres víctima. Te descubro en tu oscuridad real, te volteo, te observo como nadie  más: eres más que un adorno de la noche inmensa que ignoras, para mí eres más que una lámpara útil al atar las agujetas. Y eres más para ti, Luna humana que juega a ser Sol y Dios, Luna terca que juega a estar sobre la humanidad, plebeyo que juega a Patricio, niño que se cree su juego. Luna, te grito aunque sólo escuche el eco de mis plegarias, te hablo como a mi Dios, te pido, te trato de sentir como antes, cuando estabas, sólida y fuerte en ti misma con un dejo de humildad desechable. Te ruego que no te hundas en el infierno bajo esta tierra, porque vas allá, jugando que orbitas sin saber volar, jugando que vuelas sin poder sostenerte en pie. Luna, mis agujetas atadas no sirven para saltar a ti, cuando juegas a ser grande... demasiado alto para poder abrazarte.

Luna que no eres Luna, mi espejo no sirve si lo has de ignorar.

Cerdo en salsa de Manzana

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No se dirá mucho del singular platillo, como todos, por estar éste ya bastante hecho y deshecho, recalentado un poco y arrumbado otro tanto en la última esquina del refrigerador, detrás de la ensalada mohosa y las conservas que a nadie le gustan. Sólo se dirá que es parte de un encabezado accidental por arte de una curiosa y original serendipia. Quien no sepa la receta y la quiera saber, jódase la vida y espere a ser digno de ella. Quien ya la sepa, dése un aplauso, y de paso tome conciencia de que no le sirve para nada más de lo que me sirve a mí, ya que usted nunca en su vida hará un igual cerdo en salsa de manzana, cerdo metamorfósico bañado en especias  corrientes y purés de las más extrañas manzanas rojas. Lo mejor viene al final, eso le puedo decir. Como en cualquier receta o procedimiento, lo mejor es lo más difícil. Al final, uno sólo puede agradecer el haber soportado tan bajas temperaturas enfrente del horno.

Navidá

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Aún ayer, que sabía perfectamente que hoy sería nochebuena, no me había dado cuenta. Este diciembre fue  especial en realidad, por restarle emoción a las mismas cosas decembrinas de siempre. Hasta ahora, cada año había sentido más o menos cierto entusiasmo por la Navidad, el hecho de decorar, dar, regalar y más que  nada el hecho de ver a la mayoría de mi familia reunida, como cada año. Fuera por lo que fuere esta vez no pasó lo mismo, y no es que me sienta el avaro Scrooge para quien estos días son sólo días perdidos de trabajo... Es simplemente que la emoción por ser solidario y reconciliarme por un día con la religión y la humanidad se desvanecieron esta vez, y aunque intente descubrirlas, nomás no. Realmente hasta hoy me di cuenta, o eso quiero pensar por esa extraña sensación en la mente de no estar en un día común, aunque en realidad espero que la emoción y la solidaridad que me llegan regresen sobre la marcha.

Sin embargo, soy plenamente consciente de que se termina la asignación de este año al calendario. Un gran año, realmente. Pasaron muchas cosas en poco tiempo. A veces todo lo que no se hizo ni se pensó en seis meses explota como una supernova luminosa que te deja ver tu propio espejo, y de repente tienes que procesar tu existencia en una semana, a marchas forzadas por ti mismo, por la inercia del big bang interno que se rehúsa a crear más agujeros negros.

Lo mejor, sin duda, es el hecho de poder llevar un espejo de bolsillo en cada rincón humano de este mundo, a tomar café, patear ratones o rellenar precariamente la ventana de Johari.

Yo sé, yo sé. Debería poner en orden mis pensamientos antes de escribir. Pero vamos, ¡es nochebuena!

Gaia

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COPENHAGEN 2009

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Humanidad

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Confianza en un destino mal dibujado

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Me queda claro. Uno llega al mundo arrancado de una paz completamente indiferente para encontrarse con todo tipo de cosas: desde un grandullón blanqueado que pretende hacerle al rey de la empatía y decir cómo uno está y se siente -sin darse cuenta del llanto por el dolor que representa venir a esta vida-, hasta toda una serie de estereotipos que no son para creerse, historias tontas, cuentos de terror y experiencias que lo superan todo. Me queda claro, uno llega a este divino pozo de conocimientos o reminiscencias, a este mundo de lirios y agua fría, para sentir y vivir todo tipo de escenas con todos, con todo...


Frío... hace frío aquí. Hay luz. Luz fría, voces extrañas, ya no suaves, gritos, llanto, agarrones... ajetreo, el mundo. ¿Esto es el mundo?
Calor... calor suave, este calor foráneo, esta brisa quieta, este susurro, estas delicadas manos... esa boca muda, esos ojos brillantes, esa lágrima... Me gusta... me gusta el mundo. 


Así que uno vive, bendecido en tierra fértil, uno se va por los senderos que se dicta o que le dictan para tarde o temprano sentir el viento en la cara (en bicicleta, coche o caballo; o el de la fortuna en globo), el agua en la piel tras un caluroso día, un chocolate caliente, unas caricias en la nuca, un roce de labios en las mejillas, un abrazo fuerte, la lluvia en la espalda, la tierra en los pies, un mundo debajo de ellos, en las propias manos. 


Es la amarga sensación que le da nombre a tu vida: sentir la gelidez perpetua que termina hundida entre el calor de dentro, o si tienes suerte y capacidad de amar, entre el calor de dentro de un espejo humano...


Y uno continúa al precipicio, tropezando con las sarsas, con los demonios del amor y la confianza en la humanidad. Al calvario de rosales espinosos, de majestuosos y mortales dragones, a los rasguños de la fraternidad que se acaba jodiendo en la ambición, a la solidaridad oportunista, al consumir ridículo de objetos y emociones. Uno continúa subiendo las escaleras hacia el piso siguiente de la azotea, con el mundo en los hombros y las manos vacías. 


Y ahí está su felicidad: en ignorar al mundo y ponerlo en pintura bajo destino dibujado, en su meta y origen, en su ser. Ahí estriba su existencia, en la vida de saber que es más que una cifra o una oveja inconsciente, a pesar de no ser más que una cifra, abono, una simple oveja inconsciente.


Me queda claro. Uno llega para ver todo... Incluso la oscuridad más densa que una niela londinense.


Pero, con un demonio, ¿Qué rayos debe hacer uno para tener claro lo que ve?¿Qué rayos tengo que hacer para saber qué quiero?

Ojos que no ven, corazón que no siente

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"Monterrey es la segunda ciudad más segura de América Latina"...


Y ¡zas! Pareciera que fue el gatillo que detonó la ola de violencia... una ola que más bien es subida de marea: Una ola que nunca nos dejó, ni para extrañarla por una semana, como la vieja amiga de la cotidianidad a la que peligrosamente nos debemos. 


Es el precio que se paga por declarar el oasis a un año de imprimir la arena en dos millones de kilómetros cuadrados de desierto: desierto de guerra, desierto yermo. Más aún, desierto del que todos beben sin saber, sin ver el calor... sudando en la triste ignorancia del miedo. 

Ya van tres años. Van tres años desde que el Estado Mexicano, al mando de Felipe Calderón, se abalanzaba a una Guerra aplazada que no parece vislumbrar fin. Tres años desde aquel 11 de diciembre en que México decidía llevarse al precipicio la vida: Ya era hora. Tres largos años de muertes a gotas que se convirtieron en genocidios a torrentes, en cortinas de humo diarias, en finales de fútbol y pases al mundial al mismo tiempo que las balaceras, al mismo tiempo que los estallidos de la guerra. Ya van tres años, miles de muertos, desaparecidos, miles de supresiones humanas cual aplastadas por el dedo de Dios... miles de coincidencias, de balas perdidas, miles de hijos y padres, miles de fuegos cruzados, miles de cristales rotos y caravanas camufladas en las calles, peléandose a piedras encendidas con los mismos encapuchados, asesinos, los mismos malos de siempre.

Los saldos hasta este día no son alentadores, ni los hechos. El estado Mexicano, oficialmente apoyado por su vecino norteño, Estados Unidos, no ve fecha ni batalla clave: Los únicos resultados han sido un aumento en el consumo de drogas y más de 10,000 muertes que aumentan diaria y exponencialmente en los dos millones de kilómetros cuadrados que forman el campo de batalla. Uno de cada diez es un empleado del gobierno. El segundo, es un civil. Los demás, narcotraficantes, sicarios, delincuentes de cualquier rubro. Por lo menos eso le consta a la PGR. Los datos son alarmantes, como cualquier conjunto de datos relacionado con este País. Pero no tanto como el hecho de que esos muertos son noticia diaria, de que esos muertos en balaceras aquí o allá, en Durango, Laredo o Juárez, afuera de nuestra casa, son el pan de cada día, pero el pan desechado. Los noticieros hablan: hablan de hechos y acciones, de reconstrucciones de escenas y de quién va a pagar los daños...

Pero no mucho: hay que dejarle espacio al tipo del popurrí para que nos cuente qué hizo con el copyright de las canciones, o... Dios, ¡sorpresa! Nuestro Rodrigo GoGo abre a TV abierta el partido de la final, Cruz Azul VS Monterrey. ¿Qué pasa si le preguntamos al señor Medina sobre las acciones planeadas para la seguridad? ¿Qué pasa si preguntamos sobre sus reacciones frente a los enfrentamientos armados de cada semana? Nada. No pasa nada, por que aquí no hay nadie que pregunte. Es que... ¿Para qué agobiar más con ese tema? Le dimos los diez minutos de rigor, la madre de la mocosa está muerta y la niña hospitalizada, se paga lo que se tenga que pagar y ya, ¿entendido?

Más que la gran ola de violencia que agobia (entenderse: aterroriza, paraliza, quiebra) a los mexicanos, lo preocupante es que la ola ni es una ola, ni nadie parece darse suficiente cuenta para alertar y poner la bandera roja de marea alta. Lo preocupante no son los enfrentamientos, los balazos, los muertos... Lo preocupante es la sutileza con que se maneja todo en esta tierra bendecida pos Dios: ¡Inauguramos el Mundial!, la noticia con que abre el noticiero nacional más local y chilango que nada; ¡Pasamos a la final!, la noticia más conocida y alardeada que opaca a los doce muertos al sur de la ciudad. Lo preocupante no es ver tanta violencia: Es NO ver tanta violencia. Lo preocupante es que la guerra congela, descompone, desahucia, asesina, vuelve loco al beligerante cualquiera. Y más aún, lo preocupante es tanta preocupación, y nada, nada de acción, nada de voz, nada de alarma ni manifestación: Nada. A pesar de que México es un país con una libertad consignada en una constitución, joven en sus mejores tiempos, esta misma libertad está simplemente a modo de adorno con los bellos números ordinales 6 y 7. Libertad, a doscientos años, es una cosa de anuncio y propaganda, perdida entre las luchas de los diputados por lograr una cadena perpetua que sepa a qué chivo expiatorio se aplicará.

No es sólo una ilusión: Reporteros sin fronteras encuentra aquí su límite, en una nación donde la burocracia, la corrupción, la guerra y sus ingobernables efectos la colocan en el lugar 138 en el listado de países por libertad de prensa. Sólo Cuba nos gana en ese aspecto si hablamos de América, y no se ve lejana la fecha en que quedemos en el honroso primer lugar por voces calladas a amenazas, sobornos, extorsiones y balazos... Por gritos de angustia, de desesperación, por llamadas de acción inteligente y audaz hacia los mismos oídos sordos que arreglan las cosas a balazos.

¿Qué pasa con esta muestra de humanidad? Nos está llegando la guerra que ya no se puede callar, por más cortinas y coincidencias: Cual niebla densa que nos despierta a golpes fríos, la guerra se mete a luchar de lleno no sólo teniendo dos millones de kilómetros cuadrados de campo de batalla, sino a cien millones de beligerantes, aunque sea pasivos, aunque sean sólo para engrosar las filas en el otro mundo. Nos está llegando tarde el aviso de tragedia: Ya no podemos evitar vivir sin vida este ambiente con olor a pólvora. Y aún seguimos, por que si hablamos susurramos, y esos susurros son callados así, fácil y fugazmente, con la misma arma eficaz del miedo y la desesperación por sobrevivir. O nos callamos, o nos morimos aquí mismo. Nos queda sólo rezar silenciosamente por la paz, mientras nos ahogamos en las penas de las mismas telenovelas de siempre y nos reconfortamos con las compras de navidad. Eso sí, si es que nos atrevemos a salir a la calle: No sea que seamos nosotros el próximo blanco aleatorio de otra bala perdida.-

Inconstancia

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Unos días para navidad. Venga, money, money. Venga.

Los últimos años había sido siempre más o menos consciente de lo que la navidad representa para el mundo. Pero este año, por alguna razón, los fantasmas de Scrooge no me van ni me vienen. Es sólo que tras haber recibido tantos golpes de la historia de las cosas, del mundo capitalista, de la mercadotecnia de una avenida transitada en medio de la ciudad por la cual voy, tratando de observar más de lo que veo, me lleva a un punto en el que nunca he estado. Mirar tras Bolo y descubrir al "malvado gorila" que quiere destruir la navidad, mirar tras los objetos de las vitrinas y los aparadores para descubrir los cientos de lugares de donde vinieron , los cientos de personas que trabajaron por ellos, los cientos de vidas perdidas por ellos... Es diferente. Es la maldición de la conciencia, demasiada conciencia para ser feliz. Bipolaridad, bipolaridad de ser ciego y luego ver a ratos todo, todo de golpe, todo seco, todo frío, todo muerto,todo asesino, todo amoroso asesino. No puedo, hoy es diferente. No hay nada ni nadie: motivos, los diarios; motivos, seguir viviendo para compartir el día. Motivos, seguir hasta el precipicio, al mismo que todos. Y así se ve desde el cristal claro, desde la montaña solitaria, desde la cumbre, cumbre filosa y yerma: Motivos, ninguno. El hombre ha creado a Dios y lo sigue matando diario, diario, diario.

Faltan pocos días para navidad, año nuevo, vacaciones. Veo un descanso, una limpieza de invierno, una fría época de felicidad natural, de la tregua del norte con mis gustos y deseos. ¿Debería ver lo que todos? Pero no puedo, hoy no. No hay nada... ¿Jesús? No hay nada. Money, money. ¿Humanidad unida? Tan unida como siempre, tan unida para no soportarse. No hay nada, no veo nada, nada... y allá vamos, a la misma nada de la que venimos. A nuestro génesis perpetuo de nada, nada tras nuestro gran todo. ¡No veo nada! ¿Qué me pasa? ¿Debería ver lo que los demás fingen? ¿Debería fingir que los demás no fingen?

Amor... parece tanto cuando se ve desde este punto, en que no está, en que no se sabe, en que no se quiere ni querer... Amor, ¿cuándo nos dejaste solos? O dónde rayos estás, cómo rayos eres, qué rayos eres para ser una ilusión tan real, para parecer inexistente en tu realidad...

¿A quién le hablo? ¿Dónde estoy sino es en una cumbre sin ti, sin segunda persona, sin nada más que una conciencia que no me deja ser feliz? ¿A dónde voy sin la meta de completar una miserable crítica del capitalismo voraz de finales de diciembre?

¿A dónde voy con esta bipolaridad que no me deja más que deseos de abrazarte y sentir que existes, que eres mi mundo... Que me gusta el frío por que me recuerda que tengo tu calor? ¿A dónde voy si te vas de aquí, sin dejarme tu calor?

¿A dónde voy sin saber hacia qué sur ir?

Navidad, hoy o mañana. No son nada, no veo nada.

Son simples días... otros días más sin ti.