Como no tengo dinero...
Publicado por Cronopio azul en 17:04 0 comentarios
A veces sucede que no vemos nada
en el más transparente escenario.
Todo lleno de luz, todo claro y remarcado
en contorno y contenido por la tibieza de lo lindo.
A veces sucede que los días pasan sin pasar
como un jarabe empalagoso,
se derrite el tiempo y se va entre las manos,
pero es dulce el tacto y acaricia.
Pasan las horas sin necesidad de nada,
actuando por profesionales, comprando sonrisas.
Nuestros buenos momentos sin nada más,
sin nadie más que importe.
Y se olvida lo que importa. O se le cambia la cara.
Y las etiquetas cambian como en un supermercado.
Un día vales algo y al otro eres un dos por uno
y te dan gratis si pasas por ese pasillo.
Te me olvidas a veces, por que no te necesito,
a veces que vales por lo que sirves,
como si ocuparas baterías de cuando en cuando.
Te escapas a veces de mi conciencia invadida
por el jarabe del tiempo, por el amargo del llanto
que no ocupa de nadie más que yo.
A veces me olvido que existes y no tengo nadie,
no es como si me importara, como antes.
A veces te olvidas que existo, y yo te pienso
tirado en mi cama quizá, recordando como anciano en la alameda.
Es a veces quizá siempre, quizá cada vez más veces,
que me siente a soñar despierto
en personas que no son tú,
en momentos que no son nuestros.
Pero a veces te recuerdo. Un rayo de oscuridad en mi luz.
Irrumpes por cualquier banalidad
y vuelvo a ser yo mismo.
Llega un fin de semana y tarea que evitar,
y lugares que evitar y aburrimiento.
Llega un momento para recordar que te tengo,
y sentirte de nuevo,
tan cercana como siempre,
tan unida a mí,
sin acuerdos importantes ni juegos de dramatismo.
Llega el momento en que el mundo es extraño
y reconozco lo poco especial que me vuelvo,
lo poco especial que somos.
Y te recuerdo, y lo extraño que es el mundo,
y lo extraños que somos siendo tan normales.
Sin culpa te recuerdo y te reclamo en mi mente
que no me llames,
que no me visites,
que no me digas hola en internet,
que no me necesites.
Y todo es un juego porque no me importa
y es lo más maravilloso del mundo.
Recuerdo que tengo una amiga,
recuerdo que juego en tu mecedora hasta que casi me caigo,
recuerdo que te hablo, sólo a veces, para descubrir
lo terrible que me siento
y lo cómico que sueno.
Recuerdo tus mensajes simples,
tu escritura de errores, sincera,
tu letra extraña, ni bonita ni fea,
tus gustos de niña, tu madurez.
Te descubres cuando pienso
en algo que decir que realmente importa
o que sólo muestra lo poco que soporto el mundo.
Ahí está tu presencia,
atada y libre
como la amistad que nos tenemos
y es lo más maravilloso del mundo.
Ahí están tus lágrimas que hace mucho no derramas,
las venganzas que yo no supe dar,
las decepciones que me obligaste a provocar,
las muchas veces que me has rescatado de mí mismo.
Estás ahí siempre, cuando no te veo,
cuando no siento tu abrazo de amiga,
cuando no sé qué rayos estarás haciendo
o qué puede pasar por tu cabeza si supieras de la realidad.
Y estás ahí, pensando en la realidad.
Demostrándome cosas indemostrables,
indefinibles,
inenarrables.
Estás ahí, quizá pensándome,
quizá formando conclusiones de lo que harás a los veinte,
con quién te casarás,
con quién vivirás debajo de mi escalera.
Quizá pensando en una bola de estambre,
en personas que no son yo,
en recuerdos que no son nuestros.
Pero estás ahí.
Sin ataduras, libre.
Queriéndome.
Siendo mi amiga.
Siendo mi mejor amiga.
Y yo pensando que eso
es lo más maravilloso del mundo.
Feliz cumpleaños, Helena.
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