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Más policía regia y fuerza civil que manifestantes ponen los nervios de punta. Porque Fuerza Civil trae línea, dicen. Proyecto de Medina: tiene sentido.  Y aún así se avanza, de la purísima a la procuradoría [Esos son, esos son/ los que chingan la nación], sonriendo a una minúscula cámara montada en la julia que hace de vanguardia. La celulita de la CNTE en Nuevo León tiene el carro de sonido, hasta atrás (¿soy yo o la CNTE es la del sonido siempre?). De la procuradoría a Cuauhtémoc, a distancia prudente del tráfico detenido por la regia minutos antes.
Juárez, con la mitad de los carriles cerrados. Luego todos. No sé si sentirme bien por ocupar a todo lo ancho la avenida central de Monterrey (Todo Juárez como dicen la mitad de los camiones) o mal porque hasta parece que la despejan para que se transite lo más aislada posible de los transeúntes, si es que se puede, en hora pico, en el centro del centro (sí, pasamos por Interplaza). Ahí volteo desde el frente: Me emociono y empiezo a fotografiar, tanto como mi megapíxel me lo permite. La gente se multiplica cuando marcha. Eso es constante: salen 100 monitos, marchan 300, quedan 50. Los suficientes para cubrir del Pollo Loco a Sears.
Contingente: las madres, padres, amiguxs de desaparecidxs en el calderonato (y antes y después: el narcotráfico es parteaguas). Estudiantes varios, que no son ni el grueso ni la vanguardia, muy a su pesar. Señoras que gritan suficientemente fuerte para alcanzar a corear, a reír todavía porque margarita, ivonne, gaviota, la misma cagadota. Los ánimos arriba: al menos ya hay gente detrás de fuerza civil, que nos rodea en todo el transcurso.
Juan Ignacio Ramón oscura y silenciosa, si no fuera hoy 26. La acústica al nivel del Parque Hundido ayuda casi tanto como el calor de un recorrido en que, a pesar de todo, nos hemos conocido mejor, al menos para saber que no se abandonará ninguna consigna, no se dejará morir ningún 1 hasta el 43: ¡Justicia!, por más quedo y afónico que suene. Si unx oye, todxs oyen: No estamos solxs, no están solxs.
El Palacio de Gobierno, el momento indicado: Fue el Estado. Fue el Estado. Fue el Estado. Fue el Estado. Sin opiniones, sin juegos, sin dudas. Fue el estado. Que remate: ahí están, esos son, los que chingan la nación. Detrás de las vallas metálicas y un montón de guardias en negro. Detrás de los de gala y la reserva antimotines que, sospecho, está siempre adentro de la cantera rosada. Detrás de ellos, están: no físicamente, porque hasta las buenas conciencias dicen que los altos mandos ni viven en el estado, ni siquiera en el país. Pero sí detrás como jerarcas, detrás del uso legítimo de la fuerza. Sin mancharse las manos de sangre. Ni siquiera por el dinero robado: sus cuentas están en cifras, propiedades, transacciones bancarias, contratos irregulares. Sólo los mortales usamos efectivo.
Ahí están. Y los guardianes del órden (de despojo y destrucción) con sus julias siempre. Unas seis al lado de Palacio. Pasamos de largo: no es el destino. Sí es el momento, de todos modos, para caldear los ánimos un tanto y lanzar la más aguda provocación de la jornada: los gritos juveniles de un camarada comunista hacia los policías que resguardan el Palacio. Nadie le sigue. Nadie le calla. Habemos muchos, lo sé, que queremos hacer algo más que gritarles, muchxs xadres entre ellxs. Pero no hoy. No es el momento.
Y el término: la plaza rebautizada como de lxs desaparecidxs, aún con las estatuas de los toreros insignes de la entidad. Plaza-fuente-plataforma hundida reivindicada bajo la lógica de monumento del movimiento de Sicilia, que aún busca el cambio de rótulo de la estela de luz (sigo, en lo personal, sin entender por qué, si esa cosa es estafa de luz, suavicrema, tetris, en fin, todo menos estela y menos de luz). Recuperada como espacio de memoria, con 43 nombres en tapas de cubetas cuyo rojo simula la silueta desangrada del territorio nacional. Un 4 enorme y tres siuletas. Esténciles y algunas otras pintas, y la estructura central de cristal que cada vez tiene más nombres en verde.
Nombres de aquellxs que han sido arrebatadxs, de aquellxs que aún no vuelven.
Ahí, los discursos. Casi nunca los escucho: la capital siempre es muy multitudinaria para poner atención a un mítin completo, para que el sonido llegue bien, para que no haya algo o alguien más importante de qué preocuparse (la amenaza policiaca es cada vez más acuciante). Y lo fundamental se vuelve viral en medios independientes: sé que no me pierdo de mucho.
Aquí es diferente. la concurrencia vuelve el espacio de dos calles tomadas suficientemente reducido para sentir las voces hasta hacerles eco, vitorearlas, discutir al ponente incluso. Y la heterogeneidad de los pequeños elementos que conforman la marcha la supone bastante horizontal para que cada uno pueda aportar un punto de vista muy particular, aún cuando todos estén bañados en rabia y dolor.
Como historiador en formación, les analizo y sistematizo. Discuto por dentro: no hay nadie para lanzar comentarios irónicos y políticamente incorrectos.
Son muy diversos, de todas maneras. Y todos hablan de un pasado que falta y de un futuro por construir. Desde abajo. Con nuestras manos.
La memoria de los golpes a un normalista de Ayotzinapa en tiempos de Figueroa. La memoria de los ocho amigos de Teconoapa que no están en casa. La de los setentas y las cárceles clandestinas: Tenía años de no ver a la hermana de Piedra Ibarra. La de un PRI que fue y que es aún peor. El contenido detrás del Vivos los Queremos. La memoria, no podía faltar, del indígena indigenista: nuestra tierra no es nisiquiera de los españoles que nos conquistaron. (Una memoria reconstruida, un lugar común que, pese a todo, es un fenómeno más complejo de lo que podría llegar a comprender. Jacinto Canek no fue lo mismo que Juan Bandera).
Nombres verdes en cristal, nomenclaturas fugaces, gritos de rabia y pasos sin rumbo. La memoria siempre es referente, y siempre es distinta en forma, contenido y alcance. De ahí las distintas llamadas, discursos, proyectos: voto nulo, apostolado de la democracia (como lo dijo López Obrador), hasta el #ProyectoPatricioEstrella: ¿por qué no tomamos monterrey y lo movemos a otro lado, como, por ejemplo, hacia afuera del país? (o casi: bajacalifornia fue la opción, supongo que por su calidad peninsular). Reitero: una movilización sorprendentemente horizontal, acaso por la reducida concurrencia (que me sigue sorprendiendo, hasta el final de mi texto, por haber sido capaz de "tomar" la avenida Juárez).
Concurrencia agotada: treinta, acaso cuarenta personas viendo la conclusión del mítin con una alegre canción.
Al final, los saludos entre quienes se conocen, las personas moviéndose en grupos (colectivos, organizaciones y afinidades) por seguridad, yo solo por antisocial (pero hey, sigo vivo). Noto en mi camino el camión de antimotines escondido tras el edificio de correos. Sabía que tenía que estar ahí.
Mis botas cansaron. Mi garganta más, ante la oportunidad de que mis gritos resonaran en la ciudad que he poco a poco he hecho mía, ante las ausencias que rescato, que asimilo, que me duelen y transforman en rabia y en tristeza.

No habrá paz sin justicia, ni justicia sin memoria.
¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!