A Toñito

No puede ser, imposible
parece que te vi apenas ayer,
sano, radiante, impasible.

No puede ser, tú no.
Antonio de las mil caras alegres,
de la sonrisa humilde y franca, Antonio…
No puede ser, tú no.

Al mundo, a Dios, a la vida,
¿Por qué aquí y ahora, Antonio?
¿Por qué la autodestrucción?
Antonio era mundo, era vida, era Dios.

Antonio era esperanza, era valentía;
era fuerza, sencilla fortaleza,
la muralla del consuelo ante el dolor.

Antonio, no me hagas esto,
no le hagas esto al mundo,
Antonio, no mientas, no te vayas, no…

No le quites una luz a esta ausencia de estrellas,
no le quites al mundo tan grandiosa existencia,
no te vayas con nuestra vida, por favor, no.

¿Qué pasó? ¿Fue demasiado?
Eras un niño, lo entiendo. No estabas hecho para esto.
Antonio, lo siento, si no te pude aferrar con fuerza,

perdona si no te dije lo que alguna vez creí
y con el tiempo reforcé,
perdona si no te confesé
que eras parte de mi vida.

Desde que te vi y aprendí a luchar,
desde que te conocí y aprendí a vivir,
vivir, simplemente, vivir.

Ahora, lo siento, perdón.
La vida se va como agua entre las manos,
pero, sabes bien, Antonio, que en el corazón,
permanecen las cosas que queremos.

Y en el alma, Antonio,
esa humana construcción de cimientos de misterio,
se construye la ciudad donde cada ser tiene un hogar,
donde hay edificios, hogares, cementerios,
donde desde hace mucho sé que te ibas a quedar.

Perdóname, Antonio, perdónanos
si no supimos compensarte alguna vez,
si no supimos pagar esa inagotable fuerza
surgida de la nada, donde sólo tú pudiste ver.

Perdónanos, como claramente te fallamos;
perdona nuestra falta de voluntad algún día,
perdona nuestra falta de sensatez, casi siempre;
perdona nuestras pocas ganas de vivir que a veces nos invaden.

Y, así como sé que lo harás,
acaricia con tu fuerza, Antonio, guerrero,
dulce fuerza surgida, cada vez más,
en la inmensidad de la desolación, de la que supiste escapar.

Antonio, no entiendo
por qué tuviste que ser,
por qué las cosas deben pasar.

Aún no entiendo, por qué
te tuviste que retirar.

Pero, lo sabes bien,
sabes que comprenderemos,
te duele, ¿verdad? Perdón.

Pasará, aprenderemos.
Que no te extinguiste,
que vives más que nunca,
aprenderemos, Antonio
que te volviste inmortal.

Y veremos, Antonio,
que nunca, ¿verdad?
Nunca nos vas a dejar.

Sólo ahora, Antonio,
una caricia imborrable,
fuiste fuerte hasta que pudiste,

la vida no pudo contigo,
la muerte no pudo, Antonio,
una caricia imborrable, eso eres.

Y mi alma;
y tu alma, tú que lees con conciencia;
y el alma de cualquiera que te vio sonreír,
lo comprenderá.

Porque quedó marcada, Antonio,
besada con mirada y voluntad,
quedó prendida, Antonio,
de la lección que sólo tú pudiste dar.

Antonio, no temas.
sabemos ahora
que rendirnos no podemos,
rendirnos es imposible.

Tranquilo, Antonio.
No lo olvidaré jamás.

La voluntad de vivir es la fuerza más grande que se puede encontrar.

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