De cuando el ánimo viene con todo y ambiente

Ciertamente el monstruo humano de seudónimo destino nos lleva a rinconcitos acogedores, inhóspitos recovecos de la memoria. Una persona cualquiera, un día cualquiera en un lugar cualquiera y en un momento cualquiera obedece los caminos que se le atraviesan, obedece los pies adiestrados, y de repente está frente a una banca solitaria en un parque (esa), bajo un árbol sin hojas (ese, sí), frente a la misma roca que pateó hace tres años intentando descubrir al mundo allá a donde llegara por el impulso violento de su pie. Un día frustrante habrá sido aquel. Aburrido quizá. La roca lo verá y reclamará la ofensa de hace tres años siendo roca, poniéndose dura, sólida y callada, siendo roca y roca y aparte, roca. 

Volviendo al camino aleatorio del caminante que sí tiene destino (entiéndase como un lugar temporal al cual dirigirse), estará un día cualquiera lleno de la tranquilidad de un día frío, nublado, con amenazas de llovizna que nunca se concretan y los animales viendo un programa de variedad frente al televisor. Buscándose en el fondo de la bolsa de sabritas. Despejando x e y de la tarea de mañana. Yo que sé, enseñando rummy a quien no sabe con qué se come. Encontrará la persona cualquiera un día cualquiera en un momento cualquiera con el clima a su favor, que nada se ha ido porque nada ha sido ahuyentado por la indiferencia. 

Esa otra roca estaba ahí porque quise que estuviera, ni más ni menos. 

Y condenada roca, qué bien se vengó de mí por descansar mi hombro en ella.

1 comentarios:

César Luis dijo...

A veces hay rocas vengativas que lanzas y te son regresadas... a la frente
¬¬

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