Más mierda de pensamiento. Pero ahora no me mojé. Punto. Y continuará. Punto.
Publicado por Cronopio Azul en 22:58 2 comentarios
Vacaciones. Santas, santas, putas, santas vacaciones. Oh, comer... comer.
Huevo. ¡Hey, Marce! Huevo. Y palomitas enchiladas en el estómago. Madre mía, y todavía es inexplicable por qué tanto cáncer e hiper-lo-que-sea y esas cosas que ya no te dejan morirte a gusto. Puta, si es inexplicable para qué tratamos de explicar. Por qué... debería copiarlo, aunque sea como borrador. Of course, nunca una entrada publicada. Demasiado entrona. Ándale, con neologismos ahora en español. Al menos de aplicación.
Oh, delicioso. Pero llamaeso, cómo, llamaeso. Lo hubiera jurado. Uno siempre jura cosas. Como que se es bastante normalito para no tener problemas. Para tenerlos, pendejo, a eso me refería. Delicioso. Exacto, tratar de parar el pensamiento de repente a la velocidad de los dedos, el ardua labor que deja esta mierda. De todos modos para qué pensar. Al final es lo mismo, la misma tesis, la misma película con un baño homosexual o un loquero loco o una mujer reivindicadora o un presidente homicida o una revista especial de national geographic. La vida es la puta vida, coño, tan puta que hay que vivirla y pensar que se ha vivido aunque no pase ni vaya a pasar nada. Aburridoooooo...
Oh, sí. Resulta que quiero la pelota que Lisa le quitó a Maggie. Y si no quiero que sea un capricho, jódete. Todo aquí lo es. Aquí es wherever y whenever y whatever y una mosca parada en la pared.
Linda pared.
Linda incomodidad. Linda, linda, linda.
Oh, delicioso. Bonitas vacaciones.
Huevo. ¡Hey, Marce! Huevo. Y palomitas enchiladas en el estómago. Madre mía, y todavía es inexplicable por qué tanto cáncer e hiper-lo-que-sea y esas cosas que ya no te dejan morirte a gusto. Puta, si es inexplicable para qué tratamos de explicar. Por qué... debería copiarlo, aunque sea como borrador. Of course, nunca una entrada publicada. Demasiado entrona. Ándale, con neologismos ahora en español. Al menos de aplicación.
Oh, delicioso. Pero llamaeso, cómo, llamaeso. Lo hubiera jurado. Uno siempre jura cosas. Como que se es bastante normalito para no tener problemas. Para tenerlos, pendejo, a eso me refería. Delicioso. Exacto, tratar de parar el pensamiento de repente a la velocidad de los dedos, el ardua labor que deja esta mierda. De todos modos para qué pensar. Al final es lo mismo, la misma tesis, la misma película con un baño homosexual o un loquero loco o una mujer reivindicadora o un presidente homicida o una revista especial de national geographic. La vida es la puta vida, coño, tan puta que hay que vivirla y pensar que se ha vivido aunque no pase ni vaya a pasar nada. Aburridoooooo...
Oh, sí. Resulta que quiero la pelota que Lisa le quitó a Maggie. Y si no quiero que sea un capricho, jódete. Todo aquí lo es. Aquí es wherever y whenever y whatever y una mosca parada en la pared.
Linda pared.
Linda incomodidad. Linda, linda, linda.
Oh, delicioso. Bonitas vacaciones.
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1:18. Debería dormir. Mañana tengo examen pesadillo de mate -al menos debe serlo- y japonés. Lengua inútil. Como todo.
Seudoreconciliado conmigo mismo. En paz. Con una sensación de que hice lo que debía hacer... pero para arreglar el puente roto. Quizá la selladura pueda más que el concreto original. Quiero pensarlo aunque todos pisen igual. Como si nada hubiera pasado. Pero sé que pasó. Vi cuando se calló resistiéndose, cuando le arrojé aquellas granadas de tacos traducidos en el tono de voz que detesto, que detesto por amar por que sólo así doy miedo. Sólo así y de vez en cuando. Cada mes o cada año que no pagan la renta. Cada día de 14 meses. Esas granadas que destrozan como nada. Con las que ni yo puedo. Esas que forman el lado más hábil de mí. El más horrible, enmarcado en un aire de justicia y castigo y sobriedad y poder. Tiranía sobre el alma. Tiranía sobre el cariño y el amor. A veces funciona, funciona bien, bonito, muy bonito. Pero no cuando tumbas el puente a tu propia humanidad. Lo vi caerse, no lo vi, lo sentí en mi espalda, en mi hombro derecho (estoy seguro, con esa mano escribo), en mi oído con ese húmedo chirrido, ese gemido horriblemente hermoso. Sincero o algo así. Desnudo, débil, suplicando piedad. Ya cuando se la doy y se la suplico yo. El puente se caía arriba de mí y nada me pasaba.
Mi alma se destrozaba dentro. Ya, está bien. Todo está bien. Y estará, es humano el pobre puente y mi pobrecilla alma de zopilote. Ya pasará. Pasa. Y en cinco minutos bajaré las escaleras para tocar tu puerta y que me abras y ver prendida una lucecita verde que me diga que puedo publicar mis tonterías y hablar de ellas y decir que soy un tonto pero ya no. Y creerme ególatra pero no tanto. Y creerme especial por identificarme con todos. El canturreo de siempre, la misma autoflagelación que tan interesante me hace ver. Autocompasión. Pero ni tanta. Dónde acaba, no lo sé. En todo caso no importa. El puente está selladito, caminar por él yo puedo, y con sus bordes suaves de una felpa grandotota puedo recordar la sensación de comodidad tan tierna en el corazón. Anda, tierna, sí. Al menos por ponerle un adjetivo.
Se siente bonito. Al menos por decir algo. Se siente, el te pasaste se siente. Me pasé. Se siente tanto para valemadrear las oraciones. Chíngale. Pa´ qué te digo que no si sí. Si hasta para valemadrear esto se siente.
Seudoreconciliado conmigo mismo. En paz. Con una sensación de que hice lo que debía hacer... pero para arreglar el puente roto. Quizá la selladura pueda más que el concreto original. Quiero pensarlo aunque todos pisen igual. Como si nada hubiera pasado. Pero sé que pasó. Vi cuando se calló resistiéndose, cuando le arrojé aquellas granadas de tacos traducidos en el tono de voz que detesto, que detesto por amar por que sólo así doy miedo. Sólo así y de vez en cuando. Cada mes o cada año que no pagan la renta. Cada día de 14 meses. Esas granadas que destrozan como nada. Con las que ni yo puedo. Esas que forman el lado más hábil de mí. El más horrible, enmarcado en un aire de justicia y castigo y sobriedad y poder. Tiranía sobre el alma. Tiranía sobre el cariño y el amor. A veces funciona, funciona bien, bonito, muy bonito. Pero no cuando tumbas el puente a tu propia humanidad. Lo vi caerse, no lo vi, lo sentí en mi espalda, en mi hombro derecho (estoy seguro, con esa mano escribo), en mi oído con ese húmedo chirrido, ese gemido horriblemente hermoso. Sincero o algo así. Desnudo, débil, suplicando piedad. Ya cuando se la doy y se la suplico yo. El puente se caía arriba de mí y nada me pasaba.
Mi alma se destrozaba dentro. Ya, está bien. Todo está bien. Y estará, es humano el pobre puente y mi pobrecilla alma de zopilote. Ya pasará. Pasa. Y en cinco minutos bajaré las escaleras para tocar tu puerta y que me abras y ver prendida una lucecita verde que me diga que puedo publicar mis tonterías y hablar de ellas y decir que soy un tonto pero ya no. Y creerme ególatra pero no tanto. Y creerme especial por identificarme con todos. El canturreo de siempre, la misma autoflagelación que tan interesante me hace ver. Autocompasión. Pero ni tanta. Dónde acaba, no lo sé. En todo caso no importa. El puente está selladito, caminar por él yo puedo, y con sus bordes suaves de una felpa grandotota puedo recordar la sensación de comodidad tan tierna en el corazón. Anda, tierna, sí. Al menos por ponerle un adjetivo.
Se siente bonito. Al menos por decir algo. Se siente, el te pasaste se siente. Me pasé. Se siente tanto para valemadrear las oraciones. Chíngale. Pa´ qué te digo que no si sí. Si hasta para valemadrear esto se siente.
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