RT - Fragmentos

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"Gotas de alma que me abandonan,
caricias que recorren mi faz,
no me dejen aquí, solo,
con esta pena incapaz..."

"Aquí, el templo a mí mismo,
santuario de única fe,
vorágine de seres y sentires:
El oscuro pozo que imaginé."


"Ya allá, belleza tardía,
tras las ventanas del firme cristal,
déjame salir, mi ser, mi vida,
que de herirte no soy capaz."

"Caminando en pasos muertos,
sobre el siguiente año y escalón;
regresando al mismo infierno
que de mi alma he hecho yo..."


"Verde mar, como los trazos
de las cuatrocientas voces al mundo;
suave amor, con tinta verde,
de torrente en un susurro."

"Mi ser, fúndete aquí, que me he cansado de esperar;
en el tiempo propio, nuestro, el del mundo fugaz.
Mi alma, con parsimonia llegaste a encajar:
es ahora tiempo de comenzar el andar."


"No miento, no deseo mentirme:
la realidad puede serlo ahora,
por un cambio de cristales, de ideas simples,
acordes a este rincón, acordes a esta hora."

"Me cuesta, porque no quiero
dejar escapar mi duelo:
duelo al duelo que ya ha muerto
y que ahora habrá que dejar en entierro."


-Fragmentos fugaces. No buenos, no malos. Simplemente ideas, hipócritas o verdaderas, las que pudieron por sí mismas desencadenar una nueva batalla de mis versos contra mí; o que simplemente nacieron para perecer.

Fragmentos, simplemente. Más fragmentos de mi alma sin dueño, pero con ganas de amar.-

Bendita y eterna felicidad

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18 de octubre, desde hace unos minutos. Llueve un poco... me encanta oírlo, las gotas al fundirse y descomponerse en su fiesta acostumbrada, el jugueteo del agua viajera, del agua incansable... me encanta sentir el clima fresco, temblar al salir de este claustro personal y al abrir la ventana, sentir las escasas pero maravillosas ráfagas que me congelan la garganta, las que me recuerdan que sigo vivo. Me encanta tener un motivo, después de cerrar contacto con este ambiente, para estar hecho bola en la esquina de la cama leyendo a Gabo, para estar emulando mi estado prenatal mientras escucho la música suave, el réquiem, las sinfonías únicas en su inmensa temática mental. Me encanta poder imaginar que soy feliz, porque así dejo de imaginarlo y comienzo a serlo, momentos como nunca... se repiten cada día, supongo, pero han sido manchados, como todo, con la cotidianeidad y el cansancio.
Me encanta esto, haber hecho lo que debía en un momento bien apropiado, haber hecho mi tarea de mate... me encanta. Quizá mañana no, pero en este momento no puedo pedir nada. Alrededor de mí el mundo parece bastante sedado como para poder disfrutar yo de mis propios manjares y placebos, de mis propias utopías que no lo parecen, y que no lo son porque existen en estos momentos y se convierten en los recuerdos más felices de mi vida, que desaparecerán más temprano que tarde por no tener nada de especial. Me encanta sentir adolorida mi espalda y saber que caminé mucho el día anterior, me encanta saber que compré un nuevo libro, me encanta simplemente saborear de nuevo una malteada de mango en mi mejilla, con el corazón, y sentirme querido y, de alguna manera, encajado en un mundo donde me gusta mucho encajar.

Simplemente, hoy me encanta estar vivo, ser humano... y poderme encantar de tanta trivialidad.

¿Qué debo creer?

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-Sophie, ¿qué tal?
-Como siempre. Como tú. Consternada, confundida. Ha de ser siempre así.
-Al parecer. ¿Como te sientes?
-Como quieres, así me siento. Bien con el mundo. La vida divierte. Pero a veces es tan... ¿seca? Cuando quieres tomar litros y litros de agua, y sólo te cargas de litros y litros de licor, te envicias, te adormecen las ilusiones sintetizadas en esta fría industria. Así me siento, bebí tanto anoche que no sé quién soy ahora.
-¿Qué debo creer?
-Cree esto. Sé nihilista, quizá esta vez deba ser así. La curiosidad mata, derrumba, detiene la fábrica y el tiempo con ella, te sume en una maquillada desesperación mientras mandas traer los pedidos de recuerdos futuros. Quizá debas hacerlo a conciencia: detén todo de una vez y deja que los pensamientos se construyan a sí mismos, deja que se queden aquí, donde son cálidos, donde queman y ahogan en el fulgor maníaco. Deja que se condensen aquí, dentro, que se solidifiquen y se destruyan, que se incendien, que tengan sus momentos orgiásticos, que se maten entre ellos... pero déjalos dentro. Las mismas máscaras confusas, estas máscaras, con las mismas canciones de desprecio y amor, esas solitarias odas a ti mismo, esas pueden ir a dar a donde sea, esas botellas con mensajes esperantos dentro.
-Pero tú sabes que no funciona, tú perfectamente eres quien sabe, Sophie. Recuerda todas las veces que te he encarcelado, que te he callado, recuerda las veces en que has tomado el papel de verduga. ¡Recuerda, con un demonio! ¿Te gusta estar plasmada en letras incomprensibles? ¿Te gusta estar encerrada y salir en torrente frente al espejo? Por favor, una vez lo detenga, serás la primera que me diga que no debo, que estoy mal. Serás la primera en hecharlo a andar. Quizá te emborrachaste en lirios oscuros anoche, Sophie... fue lo más fantástico que pudiste hacer. Te callé, nos callamos, para oirnos gritar. ¿Qué debes creer? ¿Qué debo creer? No lo sé, Sophie... pero lo que sea, no me negarás que fue lindo pensar en el futuro patético de una soledad acompañada.
-Fue lindo...
-Así fue. Podría serlo...
-Pero sabes que no. Sabes que cosas así no pasan en serio. Lo sabes, yo lo sé y por tanto tú. Recuerda ahora tú. Recuerda esos días de diciembre. Recuerda marzo. Recuerda esos días de los que perdiste la cuenta, recuerda lo importantes que pudieron ser antes. Recuerda ahora tú, y dime si no es peligroso para ambos dejar fluir la autocompasión y la sinceridad. Recuerda ahora tú esas desgracias desleales, esos golpes de los que no te diste cuenta. Tú sabes bien que no puede pasar de nuevo. Tú sabes bien que no debes tomar el otro papel.
-¡No quiero hacerlo! No sé qué creer, simplemente...
-Eres un cobarde, tú no tienes el valor de creer lo que debes creer.
-Podría serlo...
-Tú eres quien tiene que derribar las paredes del castillo antes de que se eleve.
-Quizá no quiera...
-Te dolerá más que alguien más lo derrumbe.
-No puedo...
-Tú sólo puedes hacer lo que quieres. Date gusto, idiota. Abraza. Pregona tu duda. Derrúmbate. Todo será una simple anécdota.
-Con todo lo que podría ocurrir...
-No ocurrirá nada.
-¡Sabes que podría! ¡Tú escuchaste, tú comprendes!
-¡Escucha, quítame este velo y déjame hablar! Nada ocurrirá, por Dios, nada...
-Fue lindo imaginarlo...
-Siempre será lindo, Rode. Pero nunca existente. Así son estas cosas, cuando se asoman las imposibilidades son tremendamente efímeras. Recuerda ese Neruda que parece no tener por qué admirarse: Es tan corto el amor, y tan largo el olvido...
-Tan largo...
-Será mejor que lo olvides, mañana mismo.
-Como todos los días.
-Te acompañaré.
-Nunca lo has hecho.
-Es más fácil si lo crees.
-Aún no sé qué creer.
-Créete loco. No te pido nada ahora...
-Supongo que no debo trabajar en ello.

Con el impulso de tus letras mal ubicadas

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Hace unos momentos -que representan unas horas-, por azares del destino me encontré con mis archivos del historial del msn. Comencé a curiosear en ellos, así como se hojea un libro viejo, para darme cuenta de que aun tengo los del año pasado. Mis historiales están intactos desde octubre del 2008.

La mayoría no son de mucho peso. Unas cuantas veces que los contactos preguntan por compromiso sobre cómo te sientes -aunque la respuesta, por compromiso, sea siempre evasiva y falseada-, otras cuantas que ya no recuerdan ni quién eres ni por qué estás ahí y te hablan sólo para preguntar por tu nombre y sobre lo que has hecho los últimos meses de verano.

No tuve interés en tocar esos archivos, esas páginas blancas que sólo ocupan espacio, así como muchas cosas en la vida... Cosas que la llenan de basura sin importancia. Me centré en buscar, al principio inconscientemente, el más antiguo de mis desvaríos amorosos. El testimonio binario que contiene las letras más sensibles y tiernas que pudiera exhalar, aquellos meses otoñales del pasado año. Confusiones, muchas confusiones. Dolores y llanto, malentendidos, odios que entierran amor y cursilerías que opacan la verdadera emoción algunas veces. La pequeña telenovela de esos meses finales del año pasado... con sus villanos fríos y malévolos que resultan ser unos incomprendidos, con su protagonista tonto y supuestamente bondadoso que al final es tan humano como el más ruin de los bandidos. La pequeña telenovela que pasa de una doncella a otra, que desecha los sentimientos tan rápido como les da más importancia de la necesaria.

No es que el final del año pasado fuera excepcional, aunque de verdad lo fue, porque de alguna manera lo que haya ocurrido antes no tiene mucha relevancia. Quizá, demostrando mi dependencia hacia este monitor, sea en realidad que simplemente no tengo con qué recordar los meses anteriores... Pero sé que puedo recordarlos, y sé, por eso mismo, que no hay mucho que decir sobre ellos. Comenzar tercero fue tremendamente excepcional en mi vida. Y sin embargo, me sorprendo de lo excepcionales aún más que fueron algunos otros eventos, no fuera, no para o por mí. Dentro de mí. Sea porque ya eran demasiados meses sin tocar algo parecido a un dulce golpe, a una amarga caricia. Sea porque ya eran demasiados meses, creo yo, sin nadie para amar en especial. Sin nadie ni nada en que fijarte para trazar tu meta y tu destino hacia ahí. Sin nadie que te hiciera probar el amargo sabor de un excelente café de vida. Había alejado a los pocos que lo hacían, con sabor a chocolate.

Aquellos meses son lejanos, pero los recuerdo tan vívidamente que me sorprendo por no tenerlos presentes cada día que me levanto. Recuerdos de los conflictos tácitos, aquellas veces en que las personas por mí más queridas hicieron incubar en mí un sentimiento de inferioridad e idiotez, una autocompasión asquerosa. Recuerdos de aquellas veces en que rogaba por un simple "hola", para que estuviera en línea. Para que pudiera hablar con mi musa una vez más, e inspirar de nuevo este efímero arte de vivir. Recuerdos de decepciones y confesiones, recuerdos de conversaciones únicas, de conversaciones que definieron gran parte de lo que soy y de mi razón de ser. Hace tiempo pasaba mucho tiempo en la computadora, escribiendo bien, aún cuando sus letras sin noción alguna de ortografía o gramática -aquellas estupideces que proveen de belleza al artificio más natural- me regalaban la indiscutible indiferencia, la poca comprensión, la nula empatía que existió entre nosotros.

Y sin embargo, ahí están mis más grandes verdades de aquella época. Ahí están abiertamente confesas las cuestiones que me quitaban el sueño, siempre. Ahí están las invitaciones casi siempre aceptadas de abrir mi mente, mi alma, aún cuando sabía que nadie, ni siquiera yo mismo a veces, comprendía lo que decía. Ahí están las escasas palabras que me levantaron la moral un par de horas, las frías oraciones que me destruyeron por días. Las de todos, que son unos cuantos. Los testimonios que me gritan a la cara, sin piedad ni consideración, que no puedo escapar de mí mismo, que no puedo escapar de lo que soy, por más que me engañe o me quiera cerrar hasta implotar. Los testimonios que me gritan, sin piedad, desde dentro, que soy tan repulsivo como cualquier ser humano, que de esos seres repulsivos estoy rodeado... Y que a pesar de todo, no puedo evitar, nunca, ver esa belleza sobrealiente entre la repulsividad. La belleza de la hipocresía, del cinismo, del amor. La belleza de un corazón que se cree ingenuo hasta condenarse a sí mismo al sulfuroso abismo del infernal sentimiento. La belleza de un alma capaz de crearse a sí misma... y aprender el hermoso arte de vivir.

¡No se olvida!

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41 años.

Esta mañana fue elegida la nueva sede de los Juegos Olímpicos: Río de Janeiro.

Hace 41 años, estos mismos juegos, los Juegos Olímpicos del Black Power, de la Paz, de México 1968, estaban a 10 días de comenzar. ¿Y qué país iba a reibir al mundo entero? Un país con manifestaciones diarias, con escuelas y universidades ocupadas por el ejército, con las calles taponadas por estudiantes y el pueblo alborotado y desobediente.

Casi tres meses llevaba esto.

Desde aquella pelea entre preparatorianos que se convirtió en una represión al estilo del porfiriato, con la fuerza y las armas por delante, la crisis comenzó. Una crisis que dejaba ver que las cosas no eran perfectas en un país que debía serlo, que iba a ser el centro del mundo en menos de unos meses, ese mismo año. 1968, el desgarre de la pirámide.

Tanques afuera de las aulas. Armas en lugar de mochilas. La insignia del partido comunista y el rumor sustentado por la prensa, de los boicots externos, de los terroristas, de los salvajes estudiantes universitarios. Ya era demasiado, y nada debía poner en peligro la calidad de la próxima fiesta mundial. Nada. Unos malditos hijos de la chingada, con sus ideales estúpidos y camisas rojinegras no lo iban a impedir. O por lo menos así pensaron El Señor Presidente en turno, Gustavo Díaz Ordaz, el sucesor de la corona implícita de López Mateos, y sus respectivos subordinados.

Así que no lo impidieron.

El día crucial: 2 de octubre de 1968.

El lugar: La Plaza de Tlatelolco, de las Tres Culturas. El ombligo del ombligo.

Los hechos: México se apuñalaba el corazón. Más de 200 personas, entre estudiantes, hombres y mujeres, ancianos y niños, trabajadores, seres humanos, perecieron en momentos, alcanzados por la ráfaga de balas provenientes de arriba, de atrás, de un lado y de otro, de enfrente. Eran casi las siete de la noche, los discursos desde el piso tercero del edificio Chihuahua estaban por terminar. El cielo se tiño de rojo...

Y unos momentos después, toda la plaza lo hizo. Un helicóptero dio la señal a aquellos apostados en los pisos del Chihuahua, los del guante blanco, los francotiradores del Batallón Olimpia. Dispararon ellos. Disparó la policía. Disparó el ejército. Anuncios de provocación y resistencia: "No se muevan, gente, es sólo una provocación"...

Pero no lo era. Los tanques y patrullas rodeaban la plaza, más allá de las armas que escupían sin medición ni puntería, sin escrúpulos, a todo aquello que se moviera. No importaba que fuera estudiante o trabajador, que tuviera un libro o una muñeca en la mano: Nadie debía salir de ahí, nadie. Ahora sí se los llevaba la chingada a esos pendejos que tanta Revolución querían. Ahora sí, aquí estaba lo que se habían buscado. Con el gobierno no se juega. Con un gobierno muerto de miedo, nunca se juega.

Aquella noche en Tlatelolco, México se partió de nuevo. Las décadas de estabilidad parecían estar en juego esos días... Y el gobierno, y México, no podía hacer nada más que lo que la lógica temerosa le dictaba. Los jóvenes soñaban. Los viejos, les daban sus nalgadas. Era hora de la realidad. En este país, no se sueña.

No puedo hacer nada más que lo que me dictan mis manos inconscientes del mandato de la conciencia. A 41 años, nadie, nadie se acuerda. Si bien es cierto que no se olvida, nadie se acuerda. Pareciera un año perdido... aunque fue 1968 el año más importante del México moderno, del mundo moderno. Pareciera un lugar desierto, con unos restaurantes en la Planta baja del Chihuahua y visitantes a las ruinas del Templo Mayor... Pero es la pila bautismal de México. Ahí está el acta. Ahí está nuestra raíz. Nuestro nacimiento, nuestro corazón y nuestra alma. En ese Centro Universitario y ese memorial, en esas palabras de Rosario Castellanos, en esa plaza con astas vacías y ruinas tiradas en verde pasto, en esa iglesia sincrética y esos restos del edificio de Relaciones Exteriores...

Y ahí están, sin embargo, esos murales pequeños de vivos colores, escondidos entre las copas de algunos árboles, todos con la misma leyenda pintada en letras negras hechas a mano:

2 de octubre de 1968.
¡No se olvida!

...

La oscuridad engendra la violencia
y la violencia pide oscuridad
para cuajar el crimen.
Por eso el dos de octubre aguardó hasta la noche
para que nadie viera la mano que empuñaba
el arma, sino sólo su efecto de relámpago.

¿Y a esa luz, breve y lívida, quién? ¿Quién es el que mata?
¿Quiénes los que agonizan, los que mueren?
¿Los que huyen sin zapatos?
¿Los que van a caer al pozo de una cárcel?
¿Los que se pudren en el hospital?
¿Los que se quedan mudos, para siempre, de espanto?

¿Quién? ¿Quiénes? Nadie. Al día siguiente, nadie.
La plaza amaneció barrida; los periódicos
dieron como noticia principal
el estado del tiempo.
Y en la televisión, en la radio, en el cine
no hubo ningún cambio de programa,
ningún anuncio intercalado ni un minuto de silencio en el banquete.
(Pues prosiguió el banquete.)

No busques lo que no hay: huellas, cadáveres
que todo se le ha dado como ofrenda a una diosa,
a la Devoradora de Excrementos.

No hurgues en los archivos pues nada consta en actas.

Más que aquí que toco una llaga: es mi memoria.
Duele, luego es verdad. Sangre con sangre
y si la llamo mía traiciono a todos.

Recuerdo, recordamos.
Ésta es nuestra manera de ayudar a que amanezca
sobre tantas conciencias mancilladas,
sobre un texto iracundo, sobre una reja abierta,
sobre el rostro amparado tras la máscara.
Recuerdo, recordemos
Hasta que la justicia se siente entre nosotros.

Rosario Castellanos