¿Qué debo creer?

-Sophie, ¿qué tal?
-Como siempre. Como tú. Consternada, confundida. Ha de ser siempre así.
-Al parecer. ¿Como te sientes?
-Como quieres, así me siento. Bien con el mundo. La vida divierte. Pero a veces es tan... ¿seca? Cuando quieres tomar litros y litros de agua, y sólo te cargas de litros y litros de licor, te envicias, te adormecen las ilusiones sintetizadas en esta fría industria. Así me siento, bebí tanto anoche que no sé quién soy ahora.
-¿Qué debo creer?
-Cree esto. Sé nihilista, quizá esta vez deba ser así. La curiosidad mata, derrumba, detiene la fábrica y el tiempo con ella, te sume en una maquillada desesperación mientras mandas traer los pedidos de recuerdos futuros. Quizá debas hacerlo a conciencia: detén todo de una vez y deja que los pensamientos se construyan a sí mismos, deja que se queden aquí, donde son cálidos, donde queman y ahogan en el fulgor maníaco. Deja que se condensen aquí, dentro, que se solidifiquen y se destruyan, que se incendien, que tengan sus momentos orgiásticos, que se maten entre ellos... pero déjalos dentro. Las mismas máscaras confusas, estas máscaras, con las mismas canciones de desprecio y amor, esas solitarias odas a ti mismo, esas pueden ir a dar a donde sea, esas botellas con mensajes esperantos dentro.
-Pero tú sabes que no funciona, tú perfectamente eres quien sabe, Sophie. Recuerda todas las veces que te he encarcelado, que te he callado, recuerda las veces en que has tomado el papel de verduga. ¡Recuerda, con un demonio! ¿Te gusta estar plasmada en letras incomprensibles? ¿Te gusta estar encerrada y salir en torrente frente al espejo? Por favor, una vez lo detenga, serás la primera que me diga que no debo, que estoy mal. Serás la primera en hecharlo a andar. Quizá te emborrachaste en lirios oscuros anoche, Sophie... fue lo más fantástico que pudiste hacer. Te callé, nos callamos, para oirnos gritar. ¿Qué debes creer? ¿Qué debo creer? No lo sé, Sophie... pero lo que sea, no me negarás que fue lindo pensar en el futuro patético de una soledad acompañada.
-Fue lindo...
-Así fue. Podría serlo...
-Pero sabes que no. Sabes que cosas así no pasan en serio. Lo sabes, yo lo sé y por tanto tú. Recuerda ahora tú. Recuerda esos días de diciembre. Recuerda marzo. Recuerda esos días de los que perdiste la cuenta, recuerda lo importantes que pudieron ser antes. Recuerda ahora tú, y dime si no es peligroso para ambos dejar fluir la autocompasión y la sinceridad. Recuerda ahora tú esas desgracias desleales, esos golpes de los que no te diste cuenta. Tú sabes bien que no puede pasar de nuevo. Tú sabes bien que no debes tomar el otro papel.
-¡No quiero hacerlo! No sé qué creer, simplemente...
-Eres un cobarde, tú no tienes el valor de creer lo que debes creer.
-Podría serlo...
-Tú eres quien tiene que derribar las paredes del castillo antes de que se eleve.
-Quizá no quiera...
-Te dolerá más que alguien más lo derrumbe.
-No puedo...
-Tú sólo puedes hacer lo que quieres. Date gusto, idiota. Abraza. Pregona tu duda. Derrúmbate. Todo será una simple anécdota.
-Con todo lo que podría ocurrir...
-No ocurrirá nada.
-¡Sabes que podría! ¡Tú escuchaste, tú comprendes!
-¡Escucha, quítame este velo y déjame hablar! Nada ocurrirá, por Dios, nada...
-Fue lindo imaginarlo...
-Siempre será lindo, Rode. Pero nunca existente. Así son estas cosas, cuando se asoman las imposibilidades son tremendamente efímeras. Recuerda ese Neruda que parece no tener por qué admirarse: Es tan corto el amor, y tan largo el olvido...
-Tan largo...
-Será mejor que lo olvides, mañana mismo.
-Como todos los días.
-Te acompañaré.
-Nunca lo has hecho.
-Es más fácil si lo crees.
-Aún no sé qué creer.
-Créete loco. No te pido nada ahora...
-Supongo que no debo trabajar en ello.

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