La importancia de un bledo

Son las 10:22 p.m.
Estoy afuera de mi casa, sentado en una mecedora en un rincón oscuro, con mi laptop en el regazo.

Preguntándome por qué escribo esto si no sé qué escribir, si no sé qué hacer, por no saber qué siento y por qué rayos me esperanzo en esperanzarme de nuevo. No soy feliz... pero tú no importas, y eso me desconcierta, y hace que me importes y me de cuenta de que no me importas para importarme de nuevo, a pesar de estar aquí, a las 10:27 de la noche -ahora-, escribiéndote, como siempre desde que comencé; diciéndome a mí mismo que nada vale nada y tú eres la nada que vale mi todo, y que yo no soy nada y soy menos contigo por que contigo soy todo, y sigo siendo nada; cantando una melodía que no comprendo ya, y que nunca me había gustado hasta después de interpretarla; tratando de tratarte en mí sin poder sentir de nuevo lo que me condené no volver a sentir, intentando liberarme de este horrible mundo exterior, buscando mi casa, buscando construir sin materia alguna; escapando de esta esclavizante libertad que no me deja ser tuyo, que me condena a ser feliz y no volver a voltear a ti.

Estoy aquí, afuera de mi casa, en un rincón oscuro mientras un insecto pasa volando, al tiempo que veo cómo se materializan mis sentimientos en prosas absurdas que nunca han tenido sentido y que nunca lo tendrán, mientras pienso por qué no te pienso y por qué te pienso si ya no te pienso.

Enredándolo todo para no descubrir la verdad que a mí me he podido mantener oculta.
Queriendo sacar algo que no está dentro, rogando por poder apresar algo demasiado valioso para mí.

Imaginando que te amo...

Que volveré a ser feliz...

Y que eso será en tus brazos, de nuevo.

En tus malditos brazos.

0 comentarios:

Publicar un comentario