De búsquedas obstinadas y falsas esperanzas

Dios, es sorprendente. Es sorprendente cómo una sola persona que ni siquiera te voltea a ver pueda tener tanto poder en tu vida, cómo a pesar de tu supuesto libre albedrío puedas parecer controlado por las decisiones y el sentido del humor de alguien que a veces ni siquiera te conoce. 

¿Tanto tememos a la soledad? ¿Tan necios somos para darnos cuenta de que nacemos, morimos solos? Somos nuestra única compañía, somos los únicos que nunca nos dejaremos. No podemos depender y confiar en otras personas, por que, a final de cuentas, sólo nosotros podemos con nuestras vidas, sólo nosotros somos su dueño. 

¿Por qué esa angustiante búsqueda de alguien que nos entienda, de alguien que nos conozca perfectamente, si nunca va a existir dicho ser? Ni siquiera nosotros llegaremos a eso si buscamos compañía en otras personas, si nos olvidamos que sólo nosotros podemos ser nuestros mejores amigos. ¿Por qué esa obstinada búsqueda de falsa compañía? ¿En qué termina? ¿Termina, acaso?

Es quizá la esperanza de que antes de morir, algún día, con alguna razón, por alguna circunstancia particular, podamos hablar larga y tendidamente, siendo libres, siéndonos fieles, hablar cara a cara con otro ser que pueda hacer el papel de nosotros mismos. ¿Cuándo nos vamos a encontrar? Nunca si nos buscamos en una habitación para dos, en una mejor amistad, en un sólido lazo familiar. Somos nuestro amigo, nuestra familia, nuestro mundo es nosotros.

Y si deseamos ser felices... ¿Por qué no hacernos felices a nosotros mismos? ¿Para qué estamos aquí, si no es por otra razón?

Sean felices. Y séanse fieles.

0 comentarios:

Publicar un comentario